La Pampa devastada, la esperanza intacta
Santa Rosa, julio de 2011
Hace unos días compartí una reunión con amigos de varias provincias y me preguntaron cómo estaba La Pampa. Pensé unos segundos y la palabra me salió sola. Dije "devastada".
Cuando me preguntaron por qué, les dije: "Tenemos un millón de vacunos menos, antes nos felicitaban por los caminos y los hemos perdido, nos quitaron el nombre y nos llaman patagónicos, perdimos la dignidad y mendigamos todo en Buenos Aires, perdimos el habla y dirimimos nuestro problema con Mendoza también en Buenos Aires y, de yapa, ahora nos dejaron sin combustible…" y ya no me acuerdo cuantos ejemplos más les di en ese momento.
Pero ahora me pongo a pensar con la cabeza más fría y me remonto unos 20 años atrás...
Los caminos.
Por allá por los ‘80 mi trabajo consistía en asesorar productores agropecuarios en toda la pampa húmeda y sus alrededores. No había alma que no ponderara nuestras rutas pampeanas. Es más, cualquiera se daba cuenta al entrar y salir de La Pampa lo buenas que eran nuestras rutas. Ahora también nos damos cuenta. Hace unas semanas viajé a Mendoza y recientemente viajé a La Rioja. No hay nada como hacerlo a través de San Luis. Y pensar que las dos provincias tuvieron desde 1983 gobiernos del mismo partido político. Una tiene las autopistas y la otra las rutas deterioradas. Hasta nuestros máximos dirigentes políticos se jactaron que "La Pampa nunca va a tener peaje". Así nos fue, sin peaje y sin asfalto. Dos datos más. Por la disputa entre nación y provincia (radicales y peronistas), el gobierno pampeano dejó deteriorar tanto la Ruta 35 (Santa Rosa – Padre Buodo), que los camiones utilizaron todas las rutas provinciales hasta que las rompieron. Claro, no estaban preparadas para semejante tráfico. Todavía se están echando las culpas del deterioro que acusaron. El otro dato: las balanzas para controlar las cargas de los camiones hoy son adornos a la vera de las rutas. Nunca hubo un plan, nunca se controló nada. Hasta desde un diario de Santa Rosa nos ofendimos porque las empresas de turismo aconsejaron viajar de Buenos Aires a Bariloche vía Bahía Blanca. En los ’90 viajé con el entonces ministro de obras públicas y me explicó: "Te guste o no, la decisión está tomada: el transporte de cargas a las rutas, los pasajeros a los rieles". Gran triunfo de Camioneros sobre La Fraternidad. Se sabía, pero no se hizo nada. Ni un plan. Nada. Los caminos, devastados.
La ganadería.
Hay muchas maneras de verificar la producción ganadera. El termómetro más sencillo y que más se usa, es el stock ganadero (cantidad de vacunos). Siempre tuvimos en La Pampa más de 3 millones de cabezas y hasta habíamos llegado a superar los ¡4 millones! Hace unos días pregunté a un funcionario del plan de vacunación aftosa (controlan el stock cada seis meses sin influencias del INDEC) y lloraba "estamos en dos millones ochocientos mil". Para que se entienda bien, de 4.000.000 descendimos a 2.800.000, y lo peor es que no sabemos cómo sigue. Tuvimos 7 años de sequía, siete años por debajo de la media histórica y... nadie hace nada. Todo el plan es subsidiar. Se subsidia el crédito, se subsidia el maíz que se les da al ganado, se subsidian los controles veterinarios… es la única respuesta: usar las retenciones que salen del mismo agro pampeano y en una proporción mínima devolverla con planes políticos. Exportar carne no se puede, la carne da réditos políticos. De producción, ni hablar. Repito, y nadie dice nada. Los pampeanos, calladitos y la ganadería, devastada.
Nuestro nombre: La Pampa.
Recorro el país y soy "el pampeano". En el mundo la palabra "pampa" es como alaska, como sahara, como mediterráneo, como amazonia. Pampa identifica una región, vende, es marca. Ya hace muchos años, cuando era niño, solía enderezar un letrero de una quinta de decía "Nuestra Pampa", que era doblado por quienes querían ocultar el nombre. Es que un grupo de pampeanos la había bautizado así ante el primer intento político de quitarnos el nombre de pampa. Allá por los ’50 un presidente había rebautizado nuestra provincia con el nombre de su esposa. Ya pasó, es historia y por muchos años fuimos La Pampa… hasta que llegaron nuevamente los políticos. El mismo equipo de dirigentes radical – peronista de los caminos "negoció" por unos pesos una ley que nos hace… ¡patagónicos! Nuevamente una ley nos ha cambiado la identidad. Tenemos carteles en todas las rutas que entran en La Pampa (RN N°5, RN° 35 y RN N° 22 entre otras) que dice "Provincia de La Pampa, Patagonia Argentina". Hace dos años el Club Rotario de Santa Rosa editó el libro Pensar la Pampa, proyectando La Pampa a futuro unos 20 años. Ahora aparece otro libro que indica por qué somos patagónicos. La única razón atendible es el Plus Patagónico a repartir entre asalariados. Nos quieren hacer perder la identidad, el orgullo de ser pampeanos. No saben que no lo lograrán, porque seguramente habrá un niñito que todos los días acomodará el letrero que dice "La Pampa" en una quinta que conozco.
La dignidad.
En mi casa, los problemas domésticos los arreglamos en familia. En mi empresa (soy productor agropecuario) las cosas se hacen si se puede y si no, hay que procurar los medios. En la cátedra que soy responsable en la Facultad, el límite de lo posible está en la voluntad y recursos que consigamos en el equipo. Pero parece que para hacer algo en La Pampa, debemos mendigar. En primer lugar, las empresas, que todo resuelven golpeando la puerta de la gobernación y del banco de la provincia. También las instituciones (algunas gracias a Dios) que se ponen en la fila de la gobernación, de la municipalidad o de la legislatura para conseguir dinero. Finalmente, los intendentes mendigan en la casa de gobierno y el gobernador de turno mendiga en "la rosada". Y se hace como una costumbre, en lugar de procurar los recursos propios para no tener que mendigar. Pero este mal nacional afectó a los pampeanos también. Cuando llegan al lugar de las decisiones (hemos tenido, además de Diputados y Senadores nacionales, ministros en casi todos los gobiernos) se transforman. Dejan de ser pampeanos para ser senadores peronistas, diputados radicales, o pero aún diputados y senadores de algún dirigente del momento. Nunca más pampeanos. ¡Por favor! Donde quedó la dignidad…
El habla.
Me siento orgulloso de tener amigos en todas las provincias argentinas y en muchísimos países. Uno de ellos es mendocino (y con que orgullo dice "soy mendocino"). Es un efectivo dirigente de gobierno y otras entidades en su provincia hemos hablado muchas veces del conflicto del Río Atuel. Como es rotario y aprovechando que nuestra institución ha sido señera en acercar a las partes (la paz en la Guerra del Chaco se logró a través de los clubes rotarios) alguna vez hablamos de proponer a los Clubes Rotarios (y por que no también a los Clubes Leones) comenzar tratativas para poner a los pampeanos y mendocinos en una mesa a conversar. Es que no me banco que tengamos que acudir a Buenos Aires para dirimir cuestiones de provincias. Es que el centralismo argentino le ha quitado el habla a los provincianos.
El habla II.
"Si me quejo, pierdo el trabajo" (empleado del gobierno). "Si zapateo me mandan la AFIP" (empresario). "Si lo publico pierdo la pauta" periodista. "Si sigo hablando, no me dan el crédito" (otro empresario). "Si saco una carta del lector, echan a mi marido de las fuerzas armadas" (ama de casa). "Si digo que no hay gasoil, YPF no me manda el camión" (estacionero). El temor, nuestro gran karma. Hablar solo en la casa, entre amigos, nunca más en público. Este mal nacional, también nos quitó el habla a los pampeanos.
La cultura del trabajo.
Me crié en un pueblo noble. De inmigrantes que se agachaban para "hacer la quinta", para plantar y cuidar las verduras. Compartí mi niñez y mi juventud con hijos de laburantes, me mandaron a la escuela pública para que me "integrara" con hijos de albañiles, lecheros y empleados de comercio. Todos compartíamos el mismo ejemplo en nuestras casas: se comía, se educaba y se curaba con el fruto del esfuerzo del trabajo. Queda muy poco de aquello, solo resabios en los mayores. La cultura del empleado público (especialmente incumplimiento de horarios y responsabilidades) es el escollo que no pueden vencer las empresas grandes para instalarse. "Si me anota en blanco, pierdo el plan" es la respuesta cuando llega la temporada de trabajo. Los recursos "de nación" que consigue el gobierno, pero que con creces se generaron en esta provincia, hoy se destinan a alimentar a una "sociedad de bienestar" para generar réditos políticos. Que fácil se consiguen "los planes". Con los ATN y los subsidios nos han adormecido. Hemos perdido, además de la cultura del esfuerzo, la iniciativa. De la cultura del trabajo, no queda nada. Devastada.
Para finalizar, nada mejor que los números. Desde la crisis mundial de 2008, "el país, avanza, se mueve" según el oficialismo, a tasas del 10%. Los datos certifican que las provincias que más crecieron desde 2008 son Formosa, Chaco y Santiago del Estero que lo hicieron a un ritmo mayor al 15% anual (Fuente ISAP 2011), con lo que agregan una buena porción de PBI en tres años. Digamos más del 50% a lo que ya tenían. Pero esos mismos datos ponen a La Pampa en el "cuadro de honor", en el podio de las únicas tres provincias que decrecieron (tasas negativas) en tres años: La Pampa, Neuquén y Chubut. Nos hemos achicado, hemos encogido. Y menos mal que somos solo un tercio de millón de personas para repartir lo que tenemos… La Pampa se achica. Claro, ¡si fue devastada!
Si alguna vez los pampeanos construyeron esta bendita provincia, seguramente volverán a emerger para su reconstrucción, porque nuestro intelecto está intacto. Y si las cabezas piensan desinteresadamente como lo hicieron nuestros mayores por décadas, podemos decir que la esperanza está viva.
Juan Pedro Torroba, pampeano